viernes, 4 de septiembre de 2009

Rilke

¿Quién me oiría entre la jerarquía de los ángeles,
si yo gritara? Y supuesto que alguno
me tomase de pronto sobre su corazón: perecería yo
por su existencia más fuerte. Pues lo bello no es más
que el primer eslabón de lo terrible, que aun soportamos,
y así lo admiramos, porque impasiblemente
rehúsa destruirnos. Todo ángel es terrible.
Y así me contengo, pues, y ahogo el llamado seductor
de un obscuro sollozo. ¡Ah! ¿Y a quien nos es posible
recurrir? No a los Ángeles, no a los hombres,
y los animales sagaces perciben
que no estamos muy ciertos de la explicación
que damos al mundo. Nos queda, quizás,
en la pendiente algún árbol para mirar cada día;
nos queda la senda de ayer
y la fidelidad mimada de un hábito,
que se placía en nosotros, se queda y no parte ya más.

Rainer María Rilke - Las Elegías de Duino

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